Instagram, aplicación que permite compartir fotos en diferentes redes sociales, ha sido objeto de varias polémicas esta semana. La última, el intento de linchamiento por parte de un grupo de adolescentes que trataron de acceder a la escuela de quien había subido varias fotos de sexting de ellos a Instagram.
Al parecer, una estudiante sueca de 17 años había solicitado fotos de sexting para ponerlas en Instagram con la promesa de no desvelar la fuente de quien le pasara las fotos. Su cuenta se llenó de cientos de fotos de niños y niñas de 13/14 años, muchos con sus nombres incluidos y con las supuestas actividades sexuales que se realizaron. Según comentan los afectados y sus compañeros, no había desnudos ni fotos comprometidas, pero las sugerencias y esas supuestas actividades sexuales fueron suficientes para enfurecer a los afectados. Había tantas fotos en esa cuenta de Instagram, que varios estudiantes se organizaron por Facebook para encontrar a los culpables y cuando encontraron a la autora, hicieron un llamamiento para ir a su escuela para lincharla.
La policía acordonó y protegió el centro escolar pero eso no impidió que se produjeran disturbios y algaradas. Los jóvenes lanzaron piedras a los agentes, saltaron encima de los coches y tumbaron farolas y papeleras.
Nuevamente se demuestra la facilidad con la que las personas son difamadas a través de Internet, basándose en simples rumores, y la velocidad con la que se organizan y promueven prácticas antisociales que acaban causando serios disturbios.
Según una encuesta online realizada entre escolares alemanes por el instituto IKG de la Universidad de Bielefeld, aproximadamente la mitad de las víctimas del ciberbullying se sintieron muy molestas por la distribución de fotos humillantes. El estudio, dirigido por el Dr. Peter Sitzer y Julia Marth buscaba describir los diversos aspectos del ciberbullying en Alemania.
Uno de sus hallazgos ha sido determinar que algunas formas de ciberbullying producen en la víctima peores consecuencias que otras, como es el caso de las fotos y vídeos distribuidos por los ciberabusones para ridiculizar o humillar a la víctima. Los autores del estudio explican que esta forma del ciberbullying es especialmente difícil de controlar porque las imágenes digitales pueden ser reproducidas y distribuidas un número ilimitado de veces y así llegar a un público también potencialmente ilimitado. Otros tipos de ciberabuso como el tratamiento insultante, despreciativo o amenazante sólo fue percibido como muy molesto por un cuarto de los estudiantes entrevistados; según los autores la explicación estaría en que este abuso es más directo, se dirige únicamente a la víctima, y los testigos suelen ser menos. Otra posible explicación que apuntan es que los adolescentes ya lo asumen como algo normal y cotidiano entre sus pares.
Por otro lado el estudio revela que las escolares alemanas sufren también un tipo de ciberacoso sexual por el cual, contra su deseo, son requeridas insistentemente para hablar online sobre sexo, comúnmente por gente que conocen poco o nada.
Los estudiantes también reconocen en la encuesta que la forma más común en la que ciberagreden a otros es mediante insultos, ridiculización o amenazas. La difamación y el ciberacoso con connotaciones sexuales también son frecuentes. El ser excluido de grupos es raramente mencionado por las víctimas, aunque curiosamente sí por parte de los abusones: es decir, hay muchos intentos de exclusión fallidos, que no llegan a herir a la pretendida víctima porque simplemente no los percibe. En este sentido también revela el estudio que hay más escolares que dicen haber reenviado fotos y vídeos de otros que los que saben que dichas imágenes humillantes de ellos están circulando.
Los autores del estudio remarcan la gravedad del problema del ciberbullying y la necesidad de la prevención. Según recomiendan, es tarea de los padres y educadores enseñar a los menores a comportarse de una manera socialmente responsable con los demás. También aconsejan tomar medidas firmes cuando se producen estos casos: según muestra la encuesta más de la mitad de los abusones reconocieron que sus ataques no les habían supuesto ninguna consecuencia negativa para ellos.